El orgullo de ser peruanos (¿y ser felices?) quizás nos embargue en estos días previos al Mundial de fúbtol… Y claro, volver a un evento de tal magnitud luego de 36 años no es cosa de todos los días.
Confieso que, quizá hasta hace unos 3 ó 4 años no me reconocia «futbolera»… Pero de dos años para acá, le he cogido afición al fútbol y claro, a la Selección Peruana. Tengo mi camiseta original (versión económica por ahora), casaca, chalina, termo rojiblancos, una figura de Cuevita en cerámica, etc… Incluso la semana pasada ganamos un sorteo para estar en el entrenamiento de despedida de la Sele…
Pero ayer, con la muerte de Eyvi Ágreda, tras luchar más de un mes por su vida para recuperarse de las quemaduras sufridas por el ataque de su acosador y agresor, sin una real y sostenible política contra el acoso y agresiones contra las mujeres, volvió una pregunta que me da vueltas y vueltas en la cabeza: ¿a qué podemos llamar ahora «orgullo de ser peruana»?
Y no… Preguntas estúpidas como «¿Qué habrá hecho para que le hagan eso?», «¿Dónde se habrá metido pues?», o «¿Para qué se expone?» no sirven, ni ahora ni nunca.
¿Cómo cambiar esta realidad en el día a día? ¿Cómo comenzar a cambiarla en casa?